Millennials: jóvenes con baja autoestima que encuentran la satisfacción en las redes sociales
Los Millennials son los jóvenes actuales. Nacidos antes de 1982, con edades comprendidas entre los 18 y los 32 años. Jóvenes que buscan impactar en el mundo. Que pueden obtener todo lo que desean, porque en el marco familiar se les ha facilitado el acceso a todo lo deseado. Pero, aun obteniéndolo, se consideran infelices. ¿Tendrá que ver en ello las estrategias fallidas de crianza?
Millennials a los que desde la familia se les ha dicho que son especiales. Que no se han enfrentado a los problemas, por cierta sobre protección. Y porque han recibido premios de consolación por participar. La dificultad para ellos aparece en el momento de incorporarse al mundo laboral. En Marketing M consideramos que no se sienten especiales. Sus padres no son los encargados de promocionarles. Aparece el sentimiento de baja autoestima en ellos, a diferencia de lo que ocurría en generaciones predecesoras. Por una coyuntura que realmente no depende de los Milennials.
La tecnología y las redes sociales provocan felicidad
Viven en el mundo de las redes sociales, sistemas especialistas en poner filtros y en maquillar la debilidad. Los comentarios y mensajes que reciben los Millennials a través de Facebook o Instagram en sus smartphones les generan internamente mucha felicidad. Gracias a la dopamina que segregan. Que segregamos. La dopamina también se segrega al fumar, al beber y al apostar. Es muy adictiva. Existen restricciones según la edad para fumar o apostar. Cuando somos niños, la única aprobación que requerimos es la de nuestros padres. Pero durante la adolescencia, la necesitamos de nuestros amigos y compañeros. Debemos apoyarnos en ellos y no tanto en nuestros padres. Lo que a menudo resulta muy estresante. Algunos adolescentes combaten el estrés apoyándose en la bebida. Lo que queda grabado en su interior de cara a la madurez. ¿El motivo? La segregación de dopamina, que en ese momento ayuda a tranquilizarlos, pero que provocará que en el futuro se sigan apoyando en el alcohol, y no en las personas.
Brindando un acceso a la tecnología ilimitado, los Millennials no aprenden cómo formar relaciones profundas. Por ello, en momentos de estrés, no acudirán a una persona: entrarán en sus redes sociales. Consultarlas no es negativo: pero pasar demasiado tiempo con los smartphones, sí. La adicción que se crea acaba mostrando inconscientemente, mediante gestos tan cotidianos como dejar el teléfono sobre la mesa durante comidas familiares o de trabajo, que las personas allí presentes no son importantes.
Satisfacción en lo inmediato
Jóvenes con una adicción que viven en el mundo de lo inmediato. Si quieren comprar algo desde casa, lo reciben al día siguiente. Tampoco es necesario esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie. Pueden ver la temporada en una misma tarde accediendo a Internet. La gratificación está asegurada y es inmediata. A diferencia de lo que sucede con la satisfacción laboral y social.
Ésta se caracteriza por llegar tras pasar por procesos lentos e incómodos. Que no facilitan un impacto inmediato. Son procesos que requieren de paciencia: los del amor, la autoestima, la alegría. Que si no se interiorizan, ni se disfruta adquiriéndolos, acarrean depresiones. Los Millennials no tienen la habilidad de desenvolverse en su ambiente, y no saben cómo construir ni la confianza ni la cooperación. Y se culpan a sí mismos, aunque el problema recae en la falta de liderazgo a nivel global.
Vivir en un ambiente lleno de tentaciones
El mundo laboral acaba viéndose con la obligación de ayudarles a creer en ellos mismos. Desde MarketingM consideramos que un buen inicio sería prohibir los smartphones en las reuniones de trabajo. Para facilitar las relaciones personales. Juntos debemos crear mecanismos que permitan las interactuaciones. Y evitando tentaciones propias de una adicción, como dejar lejos el teléfono, incluso en casa, se promueve la aparición de ideas. Especialmente a la hora de dormir.
El teléfono sirve para llamar: deberíamos comprarnos un reloj – despertador, y que fuera lo único que tuviéramos sobre la mesita de noche. Así, consultar las redes sociales dejaría de ser, seguro, la última acción del día para Millennials y adultos.